domingo, 7 de septiembre de 2008

Esperando el amanecer y con cierto antojo


Hay locuras que imprimen
dulces quemaduras,
locuras de Diosa y de Dios.
Hay locuras que hicieron el día,
hay locuras que están por venir.

Silvio


Ando a la búsqueda y captura de un beso. Si, ya no tengo miedo de divulgar lo que ayer albergaba cual miedo, impotencia social, muda soberbia contenida.


¿Quién no busca un beso perdido con tierna ansiedad?


Dejémonos de pavores, de temidas consecuencias. Me ubico, en este valiente instante, al borde del abismo. Quiero que todos critiquen mi persecución, demente, quizás.


Hay quienes buscan un riñón o un pedazo de tierra. Se sobran los que andan a la caza del dinero o siguiendo a quien lo produzca sin lamentos. Ni hablar de quien persiga su meta sin importar a quien aplaste.


Yo ando buscando un beso y no voy a arrepentirme de haberlo pedido. Un beso tímido, casi enfermo, enteramente azul. Soy de aquellos que, de soberbia, crecen ante la espera, pariendo el alma a pedazos sin que otros me descubran.


Esto no es un burdo arrebato sino el preámbulo de un verso. Procuro aquel beso adolescente que todos quieren rescatar, que revienta y estremece después de días sin verse. El beso padecido, incendiado, que no promete, porque sentido, sacude.


Procuro, a partir de tan profundo desespero que alguien busque lo mismo. Que este beso invisible tenga un rostro, una sonrisa, tal vez una mirada, también repleta de desesperos.


Modesta proclama la mía pero culpo a la fiebre de un sábado y de noche, porque hay miles de besos contenidos y sería justo entregarlos, tal vez un lunes o tal vez ahora, que ando esperando y todavía, la locura, tampoco amanece.